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Hay viajes que te llevan lejos… y otros que te llevan profundo.
Cuando acepté la oportunidad de ser voluntaria en Orango, pensaba que iba a enseñar, a compartir mi experiencia como guía. Pero lo que no imaginaba era todo lo que iba a aprender, sentir y descubrir en el corazón de las Islas Bijagós.
Esta es la historia de cómo, entre manglares, sonrisas y desafíos, terminé encontrando mucho más que un destino: encontré una nueva forma de mirar el mundo, y de mirar(me) a mí misma.
Acompáñame en este viaje donde enseñar es aprender, y donde el turismo responsable siembra semillas de futuro que florecen en cada encuentro.
Cuando me ofrecieron la oportunidad de embarcarme en un viaje al corazón de las Bijagós, imaginé paisajes exóticos, culturas vibrantes y la posibilidad de compartir mi experiencia como guía. Pero nada me preparó para los 10 días sorprendentes que viviría en estas islas, donde cada jornada fue una lección de humildad, aprendizaje y conexión humana.
Llegar a Orango no es sencillo. Desde Bissau, el viaje implica tomar un pequeño barco, saltar al agua y dejar atrás la comodidad de los puertos habituales. Aquí, la vida se mueve a otro ritmo, y cada llegada es una pequeña aventura.
Las Bijagós, un archipiélago de más de 80 islas, son Reserva de la Biosfera por la UNESCO y guardan una biodiversidad única, cómo el Parque Nacional de Orango, con sus hipopótamos marinos, tortugas, aves migratorias…, además de una cultura matriarcal ancestral que late en cada rincón.
En Orango, no hay supermercados ni transporte regular. Todo lo esencial debe traerse desde la capital, salvo lo que la propia tierra ofrece gracias a un sistema de autoabastecimiento. Pronto entendí que lo que para nosotros es extraordinario, para la gente local es simplemente su día a día. Y ahí empezó mi verdadera lección: aprender a mirar con otros ojos.
Durante el curso de “Atención al visitante y guiado de grupos”, financiado por la Fundación Europamundo y organizado por la ONG CBD-Habitat en el Orango Parque Hotel, tuve la oportunidad de compartir mis conocimientos con 12 jóvenes de Bolama, Uno y Orango Grande. Pero, sobre todo, aprendí de ellos.
Las clases se impartían en portugués y español, y un intérprete traducía al criollo. Hablamos de primeros auxilios, de cómo guiar grupos, de la importancia de mostrar y cuidar el territorio. La teoría se mezclaba con la práctica: desde ejercicios en la playa para el conteo internacional de aves, hasta talleres en el Museo Etnográfico Bijagó, donde la riqueza cultural de las islas cobra vida.
Fueron 10 días sorprendentes, no solo por lo que enseñé, sino por lo que recibí. Descubrí que muchos de los habitantes nunca habían pensado en el turismo como una oportunidad. Para ellos, su entorno es cotidiano, pero para el visitante es un tesoro por descubrir.
A través de este viaje al corazón de las Bijagós, vi cómo los jóvenes empezaban a verse como embajadores de su tierra. Aprendían no solo a guiar, sino a valorar lo propio y a imaginar un futuro donde el turismo sostenible pueda transformar su realidad.
Guinea-Bissau es uno de los países menos visitados de África Occidental, con poco más de 2 millones de habitantes y grandes desafíos económicos.
Sin embargo, sus recursos naturales y culturales son invaluables. Las festividades tradicionales, la hospitalidad y la vida sencilla de las Bijagós convierten cada viaje en una experiencia transformadora.
El turismo aquí está dando sus primeros pasos, y programas como este, apoyados por la Fundación Europamundo, son la semilla de un cambio que puede dar frutos durante décadas. La formación de guías locales no solo crea empleo, sino que fortalece la identidad y la cohesión de la comunidad.
Al mirar atrás, entiendo que estos 10 días sorprendentes fueron mucho más que trabajo voluntario. Fueron un viaje de ida y vuelta entre culturas, una lección de humildad y una invitación a mirar el mundo con nuevos ojos.
En las Bijagós, aprendí que el turismo responsable es una herramienta poderosa para sembrar futuro, y que cada pequeño gesto puede transformar vidas.
Si alguna vez tienes la oportunidad de emprender un viaje al corazón de las Bijagós, no lo dudes. Porque allí, entre manglares y sonrisas, descubrirás que el verdadero viaje es el que te transforma por dentro.